"El Rorschach implica indiscutiblemente un examen de la personalidad, pero para realizarlo en forma efectiva, el examinador necesita, antes que nada, lograr que el sujeto en estudio se exprese libremente, con el mínimo de esfuerzo. Esto puede lograrse mejor asumiendo el papel de anfitrión cuya función es servir y ayudar a su invitado, olvidándose de sí mismo en el cumplimiento de su función".
Theodora Alcock
Mucho se habla acerca de la importancia de tomar en cuenta la actitud del examinado durante la administración del Psicodiagnóstico de Rorschach, pero no tanto de cuánto puede llegar a influir el modo en que se desempeña el examinador en la cantidad y calidad de la producción del primero.
Por
supuesto que más allá del manejo de la situación por parte del examinador durante
la prueba, hay ciertas variables que no dependen de él, sino que están
determinadas por la modalidad del funcionamiento psíquico del examinado y por
las circunstancias en las que se encuentra al momento del test, pero hay otras
que sí tienen que ver con él, y es en relación con ellas que tenemos que
trabajar responsablemente.
Ser
flexible para adaptarse a los requerimientos de las distintas etapas de la
administración y mantener un curso centrado y equilibrado entre márgenes representados
por posturas extremas riesgosas, podrían ser algunas de las claves orientadoras
para cumplir correctamente con las pautas que el rol de examinador implica.
El
objetivo de la Administración propiamente dicha: recoger el material
constituido por las respuestas principales, conduce a que en esta etapa lo
imprescindible sea mostrarse lo más receptivo posible. Por otro lado, es de esperar
que sea el examinado quien determine las características del campo. Entre la
intromisión y el aislamiento, que serían dos polos indeseables tenemos que
ubicarnos en una zona intermedia de apertura en donde nuestro silencio sea cordial, atento
y sostenedor, nunca frío ni indiferente. Recordemos que tomar un Rorschach no debería tratarse de cumplir con un trámite, sino de una oportunidad para promover y presenciar un acto creativo mediante
el cual la persona que está frente a nosotros intenta mirarse a sí misma y darse a conocer.
En el
Interrogatorio, como sabemos, se requiere poseer destreza en lo atinente a la
clasificación para poder formular las preguntas específicas necesarias para estar
luego en condiciones de clasificar a las respuestas correctamente. Aquí los
peligros pasan por preguntar demasiado poco y no recabar la información suficiente
o por presionar demasiado, llegando incluso a sugestionar al examinado para que
responda de alguna manera en particular.
El
Examen de límites no es tan complejo. Aquí solo hace falta tener buena memoria
para tener en mente los elementos esperables faltantes que debemos tratar de
encontrar. Quizás la única dificultad en esta última etapa tenga que ver con la
necesidad de ser más directivos y de detentar al preguntar y solicitar
respuestas una postura más firme que en las etapas anteriores.
No está
demás decir que lo que siempre habría que evitar sería caer en una actitud
exigente y juzgadora que remitieran al examinado a vivencias de examen escolar
o a malos recuerdos de situaciones en las que se sintió criticado o subestimado.
Este error de nuestra parte podría llegar a paralizarlo o a distorsionar
totalmente su manera de responder.
Por
último, creo que una vez terminada la administración oficial podemos seguir conversando con el examinado, ya sea para
distendernos después de una tarea compleja que puede haber conllevado una
cierta tensión, como para recabar más datos que los obtenidos hasta el momento.
Es
importante que el examinador seleccione y ponga ahora sobre la mesa las cosas
que hayan llamado su atención por algún motivo durante la prueba (respuestas,
contenidos, gestos, etc.) para preguntar sobre ellas libremente y fuera de programa si así lo desea.
También
puede suceder que el examinado hable espontáneamente acerca del trabajo
realizado o de cómo se sintió al hacerlo. Con respecto a este punto sabemos que se
nos presentan los casos más variados, desde el examinado traumatizado que nos
pide por favor que no volvamos a mostrarle unos dibujos tan feos, hasta el que
sonríe expresando con satisfacción: “¡Qué
divertido! Es como un juego…”.
Sea
como fuere, intentemos ser gentiles y dar lo mejor de nosotros para que la
experiencia de pasar por el Rorschach sea la de un encuentro, serio pero
agradable.

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